La regulación de las prácticas agronómicas, o mejor, agroindustriales, podría ser vista como “un mal necesario”. Al propietario de un campo, de una fábrica, de una empresa comercializadora o de cualquier otro eslabón de la compleja cadena de prácticas incluidas en la actividad como un todo, nada le caería mejor que poder hacer de lo suyo y con lo suyo, lo que le parezca. Sin embargo, sabe o debería saber que eso no necesariamente redundará en su mejor beneficio y, muy probablemente, tampoco en el de los demás.En primer lugar, porque se han ido estableciendo reglas estrictamente técnicas que son hoy ineludibles para la obtención de aceptables resultados y por otro lado precisamente porque lo que haga ese particular estará necesariamente encadenado a otras prácticas que potencian la suya o la debilitan o la anulan. Productividad y competitividad son dos aspectos concurrentes a tener en cuenta pero no los únicos, a menos que –tal la tendencia en los mercados- en el casillero de la competitividad anotemos aquello que concierne al cuidado del ambiente, el trabajo digno, el comercio justo y, especialmente en el caso de los productos alimenticios, la sanidad de lo que se ofrece para consumir. La calidad es hoy, cada vez más, un aspecto sustantivo de la competitividad.
Editorial
Institucionales
Nota de Tapa
La hora de la energía cultivable
Buenas politicas agrícolas
Pensar la calidad desde GLOBALG.A.P.
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Campaña de soja 2018/19 en la provincia de Tucumán
Fruticultura
Pecán, alternativa de diversificación para Tucumán
Producción orgánica
Ficha Técnica
Plagas blanco de la soja Bt: Complejo de especies defoliadoras
Informe Especial
Ciencia y vinculación tecnológica
Sensores Remotos y Sistemas de Información Geográfica
Tucumán. Dinámica temporal y espacial de la zafra 2018
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